Era un domingo en la mañana y Yuliana, una niña colombiana de siete años de edad, jugaba afuera de su casa. Para las horas de la noche Yuliana había sido secuestrada, torturada, violada y finalmente asesinada.
En el caso de Yuliana el presunto culpable es un hombre de 38 años de una conocida familia de Bogotá, a quien ingresaron en una clínica particular el mismo día en el que Yuliana falleció, con sobredosis de drogas y licor.
En Colombia y en la región el hecho ha causado conmoción, las miradas de repudio han caído sobre el sospechoso y su familia y las notas de prensa han hecho incapié en quién es y cómo ha sido su vida.
Lo preocupante no es su alcurnia, lo que realmente preocupa es que nos siguen matando, nos violan y nos secuestran; nos golpean y nos insultan.
Como Yuliana, cientos de mujeres de todas las edades son anualmente víctimas de feminicidio y violencia sexual en América Latina. Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL, al menos 1.678 mujeres fueron asesinadas en 2014 por razones de género en 14 países de América Latina y tres del Caribe.
Los comportamientos machistas, violentos y patriarcales no surgen de la noche a la mañana, no son producto de una sobredosis de drogas y alcohol; son producto de un sistema en el que la violencia se naturaliza, en el que algunos se creen dueños de los cuerpos de las demás.
¿Por qué esperamos que la violencia de génerollegue a este nivel para sólo entonces indignarnos?, ¿por qué decidimos no mirar la violencia que ocurre en nuestra cotidianidad, pero si escandalizarnos cuando una mujer, sea niña, adolescente o adulta; es asesinada?
¿Por qué se nos hace muy repudiable la muerte de Yuliana, pero nos parece natural que las mujeres sean violentadas a diario por sus parejas, o en las calles y autobuses?
Ojalá que la justicia pueda condenar el asesinato de Yuliana sin necesidad de preguntar qué ropa usaba, sin consultar si ella lo provocó. Porque así como fue Yuliana, a diario es María, Ana, Paola, Rocío, Carla…
#TodasSomosYuliana
NI UNA MÁS EN LA TUMBA, NI UNA MENOS DE LA VIDA.