Mujeres alrededor del mundo han contado los abusos que han sufrido, han alzado su voz en las redes, y aunque para muchas significa un entorno seguro, la verdad es que, si bien hay hashtags que se han viralizado, en muchos casos sucede que la mujer en cuestión no tiene suficiente notoriedad para que la denuncia se haga viral, y por una cuestión de supervivencia casi, por el miedo al qué dirán, porque sí, dirán mucho, permanecen calladas, con ese recuerdo merodeando constantemente, listo para reaparecer a cualquier hora.

Ha habido un cambio en la percepción del acoso / abuso que hace que hoy muchas pensemos en situaciones del pasado, que atravesamos quizás sin detenernos a analizar, y las entendamos como acoso, como algo que hoy no toleraríamos, y que denunciaríamos.

Así nació el #metoo, el #niunamenos, el #niunamas, #yanonoscallamosmas, #miracomonosponemos. Fue creciendo en América latina la cantidad de mujeres que tomaron valor para denunciar públicamente, Thelma Fardín recibió el apoyo del colectivo de actrices argentinas en su denuncia contra un actor que abusó de ella cuando era aún menor de edad, VaronesCarnaval, es una cuenta que evidencia situaciones de acoso por parte de músicos uruguayos, en México situaciones como las denuncias contra Andrés Roemmer o Felix Salgado Macedonio han cimbrado la opinión pública, y en redes sociales ha habido influencers que denuncian a sus pares y replican denuncias de otras víctimas, quienes se identifican con dichos relatos; a estas movidas se suma el reciente #yotecreovzla, que evidencia una cadena de abusos y acosos en el ámbito artístico.

Algunas veces el agresor puede haber sido alguien cercano, en quien confiábamos, muchas otras alguien a quien admirábamos, periodistas, actores, músicos, escritores, fotógrafos, políticos, catedráticos, etc. y el hecho de recibir su “atención” nos alagaba, sea cual fuere el caso, usaron su poder para aprovecharse de alguien, y eso, desde la perspectiva que se vea es repugnante.

Contar una experiencia de esta índole no solo implica reencarnar una situación dolorosa y muchas veces traumática, sino también ponerse a una misma bajo la lupa de la crítica ajena.

Hay muchas personas que demuestran empatía en estos casos, pero también hay una porción muy grande, que utiliza las redes para escarmentar a la víctima, para cuestionar por qué tardo en denunciar, e hilvanar teorías sobre las intenciones de la persona que expone la situación.

Que si quiere dinero o fama, que si es para llamar la atención, que por qué se tardó tanto en hablar, que por qué accedió a cenar / salir con esa persona, y por qué se emborrachó o vistió de tal o cual manera, como si todo eso avalara al acosador.

Se termina enalteciendo al acosador por su trayectoria / fama, y casi nunca ocurre mucho más, mientras tanto se genera un debate en torno a lo que la víctima debería o no resignar en ese acto de no consenso, porque si acepto en un comienzo pareciera que eso implica ya no poder cambiar de opinión ni incomodarse con nada de lo que el otro decida hacer.

Este juicio hace que muchas no denuncien, porque, ¿cuál es el sentido de exponerse a ese nivel si gran parte de la sociedad elige seguir culpando a la víctima?, y así permanecen impunes cientos de agresores, protegidos por ese silencio que les garantiza impunidad.

Quizás denunciar no garantice la justicia necesaria, ni el alivio, ni siquiera dejar ese dolor atrás, pero es el detonante que le da valor a otras y sobre todo visibiliza actitudes que están mal y que no debemos seguir tolerando. Porque debemos salir de la comodidad de la indiferencia, porque la apatía nos hace cómplices.

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