Desde muy pequeña aprendí que ser mujer no era la opción más agradable. Crecí bajo un discurso sobre cómo las mujeres no somos suficiente, que quisieron sostener con dudosos datos científicos. Me dijeron que mi cerebro de mujer no era eficiente, y por eso nosotras las mujeres no podíamos pensar de forma racional, ya que la emoción no nos dejaba pensar con coherencia.
En mi adolescencia me hicieron entender que vestir falda o vestido no era para mí. Si quería ser tomada en cuenta, y no ser vista como una cualquiera, tenía que vestir pantalón y actuar lo más parecido a un hombre. Y claro, dejar atrás toda posible emoción ya que, para lo que yo conocía, la emoción no era más que una muestra de debilidad.
Me hicieron creer que competir contra un hombre y ganar era una pelea imposible. Que en caso de entrar en una discusión con ellos, contaría siempre con menos recursos ya que en cualquier momento la emoción iba a aplacarme e iba a perder la perspectiva. Porque “ser mujer, no te permite pensar con claridad”.
Crecer no fue fácil. Aunque yo me consideraba tan capaz como un hombre, y pensaba que tenía las mismas posibilidades de triunfar, sabía que tenía que competir mucho más fuerte y de manera mucho más inteligente. Sabía que debía dejar mis emociones a un lado porque eso me limitaba. Si quería triunfar tenía que pensar y ser “como un hombre”, eso me habían enseñado.
Así fue, me limité a comprar sólo pantalones y olvidarme que podía usar vestidos, Tenía que ser “como un hombre”, tenía que triunfar, quería que me tomaran en cuenta. Un vestido o una falda sólo me quitaban autoridad. Me concentré fuertemente en dejar de lado mis emociones. En esconderlas, en tragarlas, en no mostrar ni el más mínimo indicio de que yo podía sentir, podía llorar, podía expresarme de manera emocional. Tenía que ser “cómo un hombre”.
De esta manera fui progresando, alcanzado todas mis metas y llenándome de éxitos. Sin embargo aún no era “como un hombre”. Aún para mí, no era suficiente.
Hoy, después de 25 años, quiero declarar que he logrado lo que he querido lograr, siendo una mujer he hecho, y deshecho. Pero, tan solo hoy pude entender que siempre he estado en guerra conmigo misma, tratando de ser lo que me enseñaron que debía ser: mujer pero “como un hombre”.
En este día, me doy cuenta que no soy (y no quiero ) ser “como un hombre”. Soy una mujer fuerte, emprendedora, valiente y triunfadora.
Para la persona que lea esto: Pueden decirte que no eres suficiente; que no eres tanto “como un hombre”. Pueden disminuir tus decisiones y tus acciones, porque no pueden aceptar que las mujeres tenemos tantos “cojones” como los hombres.
¿Por qué la gente dice «tener cojones»? Los cojones son débiles y sensibles. Si quieres ser fuerte, ten una vagina. Esas si que aguantan una paliza. – Chiste del comediante Sheng Wang (adaptado al español).
Nunca dejes que, por ser mujer, digan que no puedes hacer las cosas. Nunca dejes que por ser mujer disminuyan tus acciones. Nunca dejes que, por ser mujer, no te tomen en cuenta.
Eres grande, valiosa y todos los días tienes la responsabilidad de crearte como la heroína que quieres ser.
No tienes que ser “como un hombre”.
Esto es un recordatorio para mí misma.