Este artículo de opinión surgió de una entrevista realizada por Onda Feminista a Yiniba Castillo, en el marco de un reportaje sobre la fundación Proyecto Mujeres.
Venezuela es un país sediento de feminismo. Sediento de feminismo porque no hay igualdad. Que ONU-Mujeres nos haya dado el puesto 78 de 145 países no es ninguna perita en dulce. Tiene una doble cara la situación, porque como personas nos indigna, pero como organización nos impulsa a trabajar.
Este gobierno se hace llamar feminista porque tienen un supuesto lenguaje inclusivo, como si decir “trabajadores y trabajadoras” bastara para cambiar la realidad.
Debajo de eso hay un país con una tasa de embarazos adolescentes descomunal y en ascenso, una educación sexual viciada por la moral judeocristiana, problemas grandísimos para el acceso a los anticonceptivos, el virus de zika sin que haya suficientes controles sanitarios (acá ni siquiera se consigue el repelente) o normas de aborto coherentes con la realidad.

Tenemos femicidio y violaciones a granel. Falta de normas que regulen el acoso callejero o el cyberacoso, e incluso, una ley de protección a la mujer que solo funciona si quien te agrede tiene un parentesco contigo, como si la única violencia de género posible fuera la emanada de un familiar u esposo.
Además no hay suficientes mujeres en los poderes públicos. El partido de gobierno también se jacta de haber buscado la equidad al poner mujeres en el Tribunal Supremos de Justicia o en Ministerios como el de deporte, pero al final son mujeres que más que perseguir el bienestar femenino persiguen los ideales de una tolda política claramente patriarcal. Chávez es el padre todo poderoso.
Apenas el Consejo Nacional Electoral hace algo coherente por las mujeres, que fue la resolución que obligó a los partidos a hacer sus postulaciones a la asamblea de forma paritaria (50-50), algo que el mismo gobierno PSUV eliminó de la ley de comicios electorales en 2005, sale la oposición venezolana, la supuesta luz democrática ante esta crisis oscura, a decir que aquello era inconstitucional y solo una artimaña para trampear las elecciones (que puede ser, pero por amor a cualquier dios en el que uno crea, era lo justo).
Y luego de eso, la Asamblea paritaria no se consiguió. Apenas 35 mujeres de ciento sesenta y pico de diputados. Y todavía hay quien se atreve de hablar en contra de la paridad.
O sale alguna a decir que los anticonceptivos no se consiguen por la guerra económica. A nosotros en particular nos preocupa la situación del embarazo y la sexualidad.
Tenemos la tasa más alta de embarazo adolescente en Sudamérica y la gente sigue creyendo que es buena idea enseñar a sus hijos sobre virginidad, por encima de enseñarles sobre anticonceptivos. Casi toda nuestra educación escolar está viciada por la moral judeocristiana, porque hasta la educación pública cae en este tipo de enseñanzas. Y habrá quién dirá, con mucha razón, para qué enseñar sobre anticonceptivos si no seconsiguen.
Una mujer con un salario básico tiene imposible la labor de cuidarse. Una caja de condones masculinos puede costar hasta 1000 bsf (el salario mínimo es poco más de 16000). Los anticonceptivos hay que buscarlos de farmacia en farmacia (gasto es transporte incalculable) y casi siempre piden receta. Incluso te la quitan para vendértelo.

Si pagas una consulta médica la 2500 bsf por ejemplo, la compra de pastillas es un lujo. La única solución sería acudir a la medicina estatal, que suele estar congestionada o no tener los insumos básicos de trabajo (tan básicos como algodón o papel). Tener sexo es un lujo.
Además, el aborto solo es legal cuando la vida de la madre corre peligro según la legislación venezolana. Eso, en la práctica, aplica solo a momentos de decisión terminal. De resto, las mujeres pobres abortan en condiciones terriblemente mortales y las mujeres ricas pagan descomunales cifras para que médicos arriesgados practiquen una cirugía que les puede quitar el derecho al ejercicio y hasta llevarlos a la cárcel.
Si te enseñan que tu cuerpo es un templo que no debe ser «ensuciado», si luego no encuentras cómo comprar lo que necesitas para protegerte, si luego no puedes protegerte, te embarazas, y no puedes abortar; significa que las venezolanas en su mayoría, no tienen libertad para ejercer su sexualidad y no tienen posesión sobre sus cuerpos.
Esa es sólo una parte del problema del embarazo adolescente, pero es la que estamos comprometidas a enfrentar desde Proyecto M con la campaña «¿Dónde está la píldora?» que espera ver luz de nuevo, para un relanzamiento, este año.
Foto de portada: https://claristrig.files.wordpress.com
¿Qué opinas? ¿Cuáles problemas sociales de género enfrenta tu país actualmente?