Me declaro abiertamente un hombre feminista. Sí, era necesario salir del closet en una sociedad que desde un principio ha devaluado este movimiento a un simple capricho hormonal, y cuando en pleno siglo XXI los derechos de las mujeres alrededor del mundo cada vez son más vulnerados e ignorados.

En Colombia diariamente miles de mujeres son víctimas de violencia de género, y esta varía desde un morboso piropo en la calle, hasta las caricias moradas que puedan recibir en su casa. Y mientras esta sociedad machista intenta compensarlas afirmando que ellas poseen el “gran poder” entre sus piernas, diferentes hombres y mujeres toman conciencia de la importancia de la igualdad de género, y crean movimientos para cambiar esta penosa realidad.

Uno de ellos, es el Colectivo Hombres y Nuevas Masculinidades, un grupo bogotano que nació en 1996 con el propósito de cambiar las concepciones de género y de la masculinidad presentes en nuestra sociedad, como un método para afrontar situaciones de agresividad y maltrato, violencias de género, sexismo, homofobia, vulneración de derechos de las mujeres, y en general, situaciones que están asociadas a las maneras como hombres y mujeres viven su condición de género y sus relaciones.

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Proteste feminista en España con la participación de colectivos masculinos.

Javier Omar Ruiz Arroyave, cofundador del colectivo, defiende el derecho de los hombres a llorar en público, a declararse confundidos o a confesar que necesitan caricias y afecto. Para él, las nuevas masculinidades son aquellas maneras de pensar y de actuar de los hombres, diferentes a las machistas o patriarcales. Es decir, cuando se eliminan por completo los comportamientos violentos hacia las mujeres y hacemos respetar sus derechos en nuestra cotidianidad.

 “Ellos no pueden ser feministas”

La relación entre los hombres y el feminismo no es tan común como debería serlo, Mar Candela, es ideóloga del feminismo artesanal, una clase de feminismo que se fundamenta en el cambio social a través del diálogo, explica que “si le preguntas a muchas feministas, te van a decir que un hombre no puede autodenominarse feminista porque su forma de pensar viene desde el machismo, desde el patriarcado”.

Y esa realidad es más que evidente. Cuando le confesé a algunas amigas que soy feminista, muchas soltaron la carcajada como si a un hombre solo se le permitiera decir esa oración en forma de chiste. Al preguntarles por qué para ellas  no debería auto declararme feminista, asumieron que era algo cómico: “los hombres no pueden ser feministas, nunca van a poder estar en sí en la misma posición social que nosotras”.

Por otra parte, Fabiola Calvo Ocampo, coordinadora de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género en una entrevista para el diario El Tiempo, afirmó que “son las mujeres las que traen en su memoria todas las vulneraciones a los derechos de las que han sido víctimas. Los hombres no las tienen en su memoria, entonces es un poco difícil que sientan lo mismo. Somos las mujeres las que, cuando asumimos y entendemos la necesidad y la importancia de los derechos, trabajamos por conseguir los espacios que nos han sido negados”.

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Ilustración: FeministaIlustrada

Sin embargo, esta relación entre historia y vulneración no se puede convertir en un impedimento para aquellos que reconociendo las dificultades por las que han pasado las mujeres a lo largo de su historia, pretenden impulsar un cambio de paradigmas; la Marcha de los Hombres con Falda, organizada por el colectivo Nuevas Masculinadades, es otra de esas estrategias que de una manera simbólica busca decirles a las mujeres que están comprometidos con ellas y que se ponen “en las faldas de ellas”.

“El feminismo nos odia”

La concepción equívoca de que todo aquel que se declara feminista está en contra de los hombres, o que este es un movimiento que surge por mujeres con envidia de pene, son ridículas e ignorantes. La lucha por la defensa de los derechos de la mujer existe desde hace siglos, y hasta ahora el trasfondo de la lucha sigue siendo el mismo: la igualdad.

Chimamanda Ngozi Adichie, es una novelista nigeriana, feminista, feliz, que ama a los hombres y que, después de una discusión con su mejor amigo en la que este por insultarla la llamó feminista, se convirtió en una vocera de la igualdad de género que cree que es necesario cambiar desde ya la forma en que estamos educando a nuestros niños y niñas.

En su novela Todos deberíamos ser feministas, Chimamanda narra una realidad vergonzosa: “les enseñamos a las niñas que en las relaciones ellas son las que deben agachar la cabeza, educamos a las niñas a verse entre ellas como rivales, no por su trabajo o por sus logros, sino por la atención de los hombres, les enseñamos a las niñas que no pueden ser seres sexuales, al igual que los niños (…) Y así, las niñas crecen para ser mujeres que no pueden ver lo que realmente sucede, y se convierten en objetos artificiales”.

Mientras tanto, en Colombia algunos apoyados en la “conservación” de nuestra cultura y en una doble moral machista, deciden avalar ciertas prácticas que de cierto modo vulneran la imagen de la mujer y la muestran cada vez más como un objeto sexual a través de canciones, videos, y concursos de belleza en los que sin saberlo dan la sensación a muchas niñas de que para ser exitosas deben tener operado hasta el cerebro.

El Movimiento Machista Colombiano fue uno de ellos, este grupo de hombres en Casanare liderado por Edilberto Barreto Vargas, que establecía como norma para pertenecer al movimiento “haber tenido una actitud que demuestre que es un hombre, por ejemplo haberse parrandeado la fiesta de un cuñado ¿no?, haberle puesto (pegado) la mano a la suegra, tener una demanda por alimentos, o por acoso sexual” quién además afirmaba que “el hombre es fuerte e inteligente, y la mujer es hermosa y bruta, y por tanto debe hacer caso. La que no cumpla recibe su castigo. Mujer que no se educa, se descarría. Hay que darles duro como al ganado”, hicieron que las autoridades tomaran cartas en el asunto, y velarán por el cierre de dicho grupo.

El feminismo no odia a los hombres, busca que tomemos conciencia de cambio, que nos bajemos de nuestro pedestal y estemos dispuestos a apoyar sin temor a las estigmatizaciones y posibles burlas constantes de algunos ignorantes (hombres y mujeres), la defensa de la igualdad de los derechos de todos y para todos, en eso consiste ser un hombre feminista.

La cultura no hace a la gente, la gente crea esa cultura, y es nuestra labor incentivar a la inclusión, y sí, suena cantaletoso, pero hay algo que debe quedar claro, ser feminista de por sí en Colombia es un reto, pero para un hombre, es un desafío mayor.

Este artículo fue publicado originalmente en la revista Entre Tazas.