En líneas generales 42% de las mujeres no tiene cuenta bancaria, pero la cifra aumenta al doble en 38 países, entre ellos México y Uganda, donde 80% de las mujeres no tiene acceso a la banca pública. En el mundo en el que vivimos la pobreza tiene cara de mujer.
Resulta muy interesante estudiar la feminización de la pobreza, un fenómeno que conduce a las mujeres y niñas a una vida de carencia donde quedan atascadas en un ciclo de nunca acabar gracias a estereotipos de género. Todos los días las mujeres somos discriminadas por el hecho de ser mujeres, nuestras capacidades son subestimadas y la carga familiar nos relega al pink ghetto, o la sobre-representación de mujeres en empleos considerados «femeninos», que típicamente son precarios.

Un empleo precario se caracteriza por ser inestable, no aportar ningún tipo de beneficios sociales o seguridad laboral, no estar protegido por uniones de trabajadores o sindicatos y además es mal remunerado. Este fenómeno, aunque no es nuevo, sí ha ido variando con el tiempo y actualmente es altamente racializado y feminizado, debido a que la división tradicional del trabajo según género obliga a que las mujeres ocupen puestos precarios, formando así el pink ghetto.
Debido a que las mujeres son forzadas a asumir todo la carga familiar deben encontrar una forma de obtener ingresos que les permita encargarse también del hogar. Por ello, gran cantidad de mujeres eligen puestos de medio tiempo o trabajos típicamente femeninos como enfermeras, maestras, personal de limpieza, secretarias, etc. Estos empleos no solo pagan menos, por ser considerados femeninos, sino que también limitan el control de las mujeres sobre sus derechos como trabajadoras.

Otra gran desigualdad que conduce a la feminización de la pobreza es tildar ciertas características como biológicamente femeninas, por ende ni se llegan a considerar habilidades en el mercado laboral. Así, las mujeres son explotadas como mano de obra «no calificada» por considerar que la delicadeza, paciencia, docilidad son rasgos típico de la mujer y no una destreza, por ende no merecen ser bien remunerados. A diario millones de mujeres son abusadas en fábricas textiles o de ensamblaje, donde son forzadas a trabajar largas jornadas ganando una miseria y poniendo en riesgo su salud debido a las precarias condiciones de trabajo. Mano de obra barata, eso es lo que significamos para muchos.
Adicionalmente, tener toda la responsabilidad del hogar y los hijos deja poco o ningún espacio para la educación y capacitación profesional de niñas y mujeres. De nuevo, empujándonos al foso y asegurando que nos quedemos allí.

De esta manera, mujeres alrededor del mundo se ven forzadas a trabajar en empleos precarios pues sus habilidades no son valoradas y porque además deben encargarse del hogar, por lo que necesitan mayor flexibilidad, quedando más vulnerables ante la explotación.
El error de nuestra sociedad es culpar a los pobres de ser pobres, ignorando las desigualdades que los sumergen en la pobreza y que impiden que salgan de ella. Porque cuando uno se da cuenta que casi dos tercios de los trabajadores que ganan sueldo mínimo son mujeres te tienes que empezar a preguntar el por qué. Tienes que empezar a cuestionar qué barreras estructurales existen para que las mujeres queden condenadas a una vida en la pobreza. Te tienes que empezar a preguntar por qué las habilidades femeninas están devaluadas y por qué eso se considera normal.

Adicionalmente, la feminización de la pobreza tiene también distintas implicaciones según tu posicionalidad racial. Mujeres de países del Global South son explotadas por trasnacionales porque no existe gobierno o ley que las ampare, lo que refuerza la jerarquia racial y el desbalance de poder. Asimismo, las estadísticas muestran que mientras una mujer blanca gana 78 centavos por cada dolar que gana un hombre, una mujer negra hace solo 64 y una mujer latina tan solo 55.
En conclusión, para lograr igualdad de género también tenemos que atacar la pobreza como fenómeno altamente feminizado y racializado. Tenemos que abogar por desmantelar las causas que mantienen a nuestras mujeres en la precariedad. Porque mientras yo escribo esto desde mi casa en Canadá hay miles de mujeres siendo explotadas como trabajadoras de maquilas o domésticas. Aunque yo escribo rodeada de materiales de mi Máster en Estudios de Género, hay miles de mujeres sometidas a todo tipo de humillaciones y abusos por ganarse un salario miserable con el que subsistir, y eso para mi no puede llamarse liberación femenina.
«Yo no soy libre mientras cualquier otra mujer es oprimida, aun cuando sus grilletes sean muy distintos a los míos»
Audre Lorde
¿Cuál crees que es la mejor estrategia para luchar contra este ciclo de la pobreza que afecta a millones?