“¿Te pasó un camión por encima? ¿Estás enferma?». Frases similares, y otras seguramente más expresivas y humillantes, se escuchan en los sitios de trabajo, al salir con amigos o en casa, cada vez que simplemente te levantas sin ninguna intención de adornarte, y decides salir luciendo tu belleza natural.
Puedo decir con certeza que desde que tengo 10 años escucho a muchos que llenos de seguridad, como un juez cuando declara culpable a quien sabe que es culpable, dicen: “¡Qué poco femenina eres!”
Como hasta los 16 años respondí que sí, lo era. Porque realmente no tenía conocimiento de lo que el término femenina era con exactitud, asumía como muchas que la feminidad se medía por la cantidad de maquillaje, prendas, delicadeza o rosado que usara.
La palabra femenino denota lo relativo y asociado a la mujer, aquel organismo que tenga características y configuración para reproducirse (esto último obvio no es obligatorio ni necesario –eso ya lo sabemos-) Si lo vemos desde este ángulo, es una diferencia básicamente biológica entre el hombre y la mujer.
Entonces, que te digan el nivel de feminidad que tienes es un abuso, una incoherencia, y un acto de machismo. Nadie tiene en su poder un termómetro de feminidad para medirla ¡por que no se mide! Se vive al ser mujer, se siente se respira, sin importar si te gusta más usar tenis y pantalones anchos o faldas a medio muslo, si usas labial rojo o no usas nada. Ser femenina no debería significar sacrificar la personalidad

¿Cuál es el mayor problema? Que la feminidad se ha convertido en un filtro sociocultural, no se toma como algo propio de la naturaleza de la mujer, sino como un conjunto de elementos que busca que la mujer se vea supuestamente “más atractiva y delicada” ante los ojos de los demás, aunque la mayoría de las veces esto signifique perder horas de sueño para arreglar todo lo necesario para estar “presentable”.
¿Y qué es necesario para estar presentable? ¿No colocarte tacones y rímel te hacen impresentable? No somos objetos de decoración.
No hay que ser un experto para saber que la mujer tiene más presión que el hombre en materia de apariencia personal, la vivimos a diario en el trabajo. Parece que aquel dicho de: “Por la maleta se saca el pasajero” fuera un paradigma laboral, espacio que ya está colapsada de estereotipos.
¿Quién te infunde este errado sentido de feminidad? Primeramente la sociedad, y por supuesto es fomentado por la publicidad y los medios. Por donde busques, publicaciones, comerciales, slogans, jingles, programas ¡todo! Puedes encontrar miles de cosas en un segundo, te invito a que veas a tu alrededor para que lo notes; “Sigue estos consejos para ser más femenina”, “La feminidad atrapa”, “Logra los quehaceres sin perder la feminidad”, “20 tips para no perder tu feminidad”. Puedo seguir y seguir con ejemplos como este.
“Para ser bella hay que ver estrellas” ¿Cuántas veces hemos dicho y escuchado esto? Que la belleza duele, lo sabemos, hay tratamientos y complementos de “belleza” son una tortura, pero no tienes que estar obligada a usarlos si no quieres, y mucho menos si es sólo por satisfacer a los demás. Si lo haces por ti, bienvenido sea, a ver estrellas con gusto, si no, ¡NO!
No te hace menos bella andar al natural, no te hace menos femenina, y no te hace menos mujer.

Puedes decir ¡hoy no me pinto, hoy no me arreglo! Y eso está bien. Cada una tiene la absoluta capacidad de decidir lo que quiere usar, cómo y cuándo. Ya es bastante lidiar con las normas de vestimenta y etiqueta en el trabajo, cómo para soportar la presión de los demás porque no quisiste colocar una gota de maquillaje en tu rostro naturalmente perfecto. Está bien tomarte los días que quieras para usar tus pantalones más anchos, tus camisas menos ajustadas y tu cabello libre y largo como el viento o corto y cómodo, como tú quieras.