Cada año se lleva a cabo el Equal Pay Day (Día de Pago Igual), un día que marca en el calendario cuántos meses más del siguiente año tendría que trabajar una mujer para ganar lo mismo que ganó un hombre el año anterior.
Este 2016 el Equal Pay Day fue el 12 de abril, por ende una mujer tendría que haber trabajado desde enero de 2015 hasta abril de 2016 para tener el mismo dinero en su cuenta que un hombre hizo entre enero y diciembre de 2015. Tres meses y 12 días más de trabajo. Triste pero cierto.
Todavía en 2016 muchos consideran que la brecha salarial es un mito. Aun cuando en promedio las mujeres ganan 79 centavos por cada dólar que gana un hombre, muchos siguen excusándose en que las mujeres «eligen» carreras que pagan menos. Esos trabajos pagan menos por ser consideradas menos importantes o más «emocionales» y, aparte, como si de verdad elegir un trabajo medio tiempo porque permite cuidar a los niños fuera una elección libre. Como si realmente fuera una elección tener que trabajar menos para cuidar a tus hijos porque las guarderías son muy costosas y tu trabajo no permite ninguna flexibilidad. Eso no es una elección, las mujeres son forzadas a tomar esos caminos gracias a los estereotipos de género.

De igual forma, la brecha persiste en los empleos tradicionalmente considerados como «masculinos», como derecho, medicina, ingeniería, etc. Y lo peor es que estudios han mostrado que mientras más mujeres ingresan en esos campos el salario general comienza a bajar. Como si significara que esos puestos ya nos son «tan calificados». Por ejemplo, cirujanos hombre ganan 37% más que su contraparte femenina. Asimismo, nuevas evidencias muestran que aun en exactamente el mismo cargo y empresa las mujeres siguen ganando entre 5 y 7% menos.
Como tercer punto explicaré cómo la brecha salarial empeora según raza y edad. Mujeres de color tienen más dificultad de encontrar trabajos de tiempo completo, además mujeres negras ganan 68 centavos por cada dólar que un hombre hace y mujeres latinas solo 55. La edad también influye, pues muchas mujeres se ven forzadas a dejar el trabajo por unos años para poder cuidar a sus hijos, lo que disminuye su experiencia laboral y, por ende, su salario. Asimismo, las mujeres tienen que trabajar varios años más luego de la edad de retiro para para equiparar sus ahorros con los de un hombre. Por eso, no es sorpresa que las mujeres mayores sean mucho más vulnerables a vivir en la pobreza.

Pero la cosa no termina allí. A causa de la inequidad en la distribución de roles las mujeres tienen más difícil poder escalar en sus carreras. Por ello, las mujeres representan solo el 15% de los CEO y aun un cuarto de las mejores empresas del mundo no tienen a ninguna mujer en su junta directiva.
Todas estas barreras estructurales forman lo que se conoce como el «techo de cristal», que son discriminaciones tan sutiles que resultan casi transparentes pero que impiden que las mujeres avancen en sus empleos y profesiones. En combinación se da el fenómeno conocido como la «escalera de cristal» que es el rápido avance de los hombres en campos dominados por las mujeres, como educación o trabajo social.

En el 2016 las mujeres seguimos enfrentándonos a estereotipos de género que nos limitan emocional y laboralmente. Seguimos luchando por tener las mismas oportunidades y recibir los mismos beneficios que los hombres en cualquier ámbito social. El techo de cristal sigue sin romperse.
Cuéntenme sus historias sobre cómo el techo de cristal ha afectado su desarrollo profesional.