La sociedad nos enseña desde chiquitas que el matrimonio debe ser nuestra principal meta en la vida. Después de todo, tu boda será supuestamente el día más feliz (y fotografiado) de tu vida, tener hijos el mayor logro, y casarte el evento clave de tu existencia.

No es casualidad que todos tus cuentos de niña terminaron con la princesa casándose y viviendo felices por siempre. Y hasta hoy nadie nos aclaró que pasó después de la boda de Cenicienta, Blanca Nieves y la Bella Durmiente.

Esta mentalidad representa un claro residuo de un pasado negro en el que las mujeres no eran más que objetos que pasaban de la propiedad del padre a la del esposo.

Hasta hace no tanto, contraer matrimonio con un «buen partido» que te mantuviera era literalmente a lo máximo a lo que podías aspirar en la vida. ¿Qué más? No podías poseer bienes, no podías educarte, no podías trabajar fuera del hogar, no tenías ni voz ni voto en tu futuro. Lo único que podias hacer como mujer era casarte, mantener el hogar (propiedad) de tu esposo, producir hijos (también propiedad de tu esposo) y tratar de estar feliz con eso. ¡Vaya suerte!

Gracias a las luchas feministas, hoy no es tan así en nuestra región. Pero la idea del matrimonio como aspiración suprema para toda mujer sigue presente.

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Lo sabes, nadie en tu familia quiere que termines como aquella tía solterona. Da igual si esa tía es una mujer feliz e independiente, reconocida en su profesión y que se mantiene cómodamente. A los ojos del mundo parece que le falta algo clave: un hombre al lado.

Tu abuela desde los 18 te pregunta cuando te vas a casar, e insinua que debes enfocar tu tiempo en la universidad en buscar esposo en vez de estudiar. Tus padres a los 24 empiezan a preocuparse y preguntan incesantemente sobre tu pareja y planes de boda. A los 28 puede que también te empiece a estresar el asunto, especialmente cuando te das cuenta que ya se te pasó la fecha en la que te imaginaste de pequeña (rodeada de esa cultura de finales felices en el altar) que sería tu boda.

Consecuentemente, una amiga a las 29 se casa con un pelotudo solo por el mero hecho de estar casada, nadie se sorprende cuando a los 30 se divorcia embarazada. Pero bueno, al menos ser divorciada tiene más estatus que ser «solterona».

En esta mar de sexismo y contradicciones nadamos todas, surfeando las presiones sociales y tratando (no siempre con éxito) de liderar nuestra vida sin dejarnos empujar por lo que una mujer debe ser y hacer.

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Lo más incoherente de todo es que mientras a las mujeres les enseñan el aspirar casarse, a los hombres a menudo se los venden como una atadura fastidiosa, una especie de mal necesario.

Esta situación de mierda no es exclusiva de nuestro continente, en China las mujeres no casadas después de los 27 son llamadas como «sobrantes», y la presión lleva a los padres a hacer «Mercados Matrimoniales» donde exhiben las cualidades de sus hijas e hijos como piezas de ganado.

Sobre ese tema habla el siguiente video, que les super recomiendo ver.  (Coloca los subtitulos disponibles en las opciones)

Pero seamos sinceras, a tu hermano puede que también lo fastidien un poco, aunque varios años más tarde. Al cumplir 35 tu mamá se empieza a preocupar ¿cuándo se va a casar con una buena mujer que lo cuide?.  Cuando se entera que es gay se le pasa, mejor que no se case, aparentemente querer unirte en matrimonio y formar un familia solo es válido si eres heterosexual :/

¿Soy la única a la que le parece extraño todo esto?  ¡Por favor, que alguien le avise al mundo que ya no vivimos en la edad media!