Sus vecinos la encontraron en plena calle, tirada sobre una acera, llena de sangre, golpeada, inconsciente. Así quedó Nabila Riffo, una chilena de 28 años y madre de cuatro, después de que su pareja la atacara de la manera más violenta que alguien pueda imaginar.
Apenas la vieron, toda maltratada, no notaron lo peor: a Nabila le faltaban sus ojos. También sus dientes y algunos mechones de pelo.
El salvaje que abusó de ella la noche del 14 de mayo en Coyhaique, a 1.708 kilómetros al sur de Santiago, le arrancó los globos oculares y se los llevó o los desapareció, pues no fueron encontrados en la escena del crimen.
Los estudios de los cirujanos indican que fue con un cuchillo. Le pegó tanto que le fracturó el cráneo, la mandíbula y le destruyó la dentadura. Por si fuera poco, la policía y los médicos forenses aún no determinan si también hubo abuso sexual.

Pasaron más de 72 horas para que las autoridades lograran reunir suficientes evidencias y poder detener a Mauricio Ortega, su novio, de 42 años. Ya lo habían interrogado apenas el crimen conmocionó a la ciudad, pero negó cualquier cosa que lo vinculara, aún cuando sobre él pesa una denuncia por un episodio previo de violencia, cuando en junio de 2015 destrozó con un hacha las puertas de la casa en la que vivían juntos, tras una fuerte discusión que tuvieron. Entonces la amenazó con matarla, según consta en el Oficio 6.775 del Juzgado de Garantía de Coyhaique.
La causa fue suspendida condicionalmente y volvieron a su vida de pareja. “Normal”. Su agresor había aceptado seguir un tratamiento terapéutico durante seis meses, “cuyo objetivo es impedir nuevos sucesos de violencia intrafamiliar”, sentenció en aquel momento la jueza Cecilia Urbina.
¿Impedir? Ya ven cómo termino todo.
Según información preliminar aportada por los funcionarios, un vecino de la zona, a quien se le resguardó su identidad por seguridad, contó haberla visto correr calle arriba, escapando de un hombre bajo, gordo y vestido de negro, que la alcanzó, la lanzó al suelo y le cayó a golpes. Ese hombre era Mauricio, el padre de dos de sus cuatro hijos.
Por temor, el vecino entró a su casa y no se involucró en lo que pasó después, pero aseguró que al igual que otras personas, sí escuchó “desgarradores” gritos de la víctima.

Mientras Nabila respira conectada a máquinas, con pronósticos desfavorables y con cero posibilidades de volver a ver -según los médicos no hay operación que valga-, la gente de Coyhaique protesta en las calles, enfurecidos por tan violento episodio.
Familiares, conocidos y no tan conocidos de esta mujer, reclaman a las autoridades chilenas por la garantía de seguridad y vigilancia, para que un crimen como éste no se repita ni de día ni de madrugada, en plena calle, ante las miradas cautivas de los vecinos atemorizados, desde sus ventanas.
En Onda Feminista iniciamos la sección #NiUnaMenos para visibilizar los femicidos, ataques de violencia machista, y desapariciones de mujeres y niñas en la región.
Foto de portada: marcha.org.ar