Hoy 3 de Junio miles de personas marchan al grito de ¡Vivas nos queremos! Porque la violencia contra la mujer no es un problema de un solo país, porque vivimos en sociedades machistas.

#NiUnaMenos es una convocatoria que surgió en 2015 en Argentina y que gracias a las redes obtuvo una difusión y adhesión multitudinaria. Comenzó gracias a la iniciativa de periodistas, activistas y artistas en repudio a la alarmante cantidad de mujeres asesinadas, pero rápidamente se convirtió en una proclama popular.

La marcha tuvo lugar en muchas ciudades de Argentina, Chile y Uruguay e hizo posible una mayor visualización del problema. El enorme apoyo recibido consiguió el posicionamiento del tema en la agenda pública de la región pero en las cifras las cosas no cambiaron, cada día mueren mujeres y niñas víctimas de su condición.

Este año la consigna será #VolvemosAGritar, para hacer oír los reclamos ignorados, para alertar sobre las alarmantes cifras de mujeres víctimas de violencia de género, para crear conciencia y evitar feminicidios.

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Actualmente el género sigue siendo un factor determinante en la vida, e incluso la muerte, de las personas. Es responsabilidad de la sociedad no hacer oídos sordos a los innumerables casos de violencia, que tienen como resultado final muertes femeninas.

La indiferencia y el silencio nos convierten en cómplices, en espectadores culpables de una antigua tragedia que todas padecemos, pero a la que algunas, cada vez más, hacen frente. Esta convocatoria es el puntapié inicial para luchar contra otras violencias, menos visibles que la física, pero más sigilosas y no menos perjudiciales.

Ser lo que “nos toca”

La violencia de género es un mecanismo que se ha empleado para subordinar a la mujer a una situación inferior a la del hombre, originada a raíz de la tradición patriarcal que la aparta de sus derechos como persona, en la que se marca la desigualdad entre la postura de ambos, donde existe discriminación con el fin de ejercer dominación desde el sexo masculino hacia el femenino en cuestiones de diversa índole.

El control patriarcal, fundamentado y reafirmado cotidianamente como una norma cultural, se reproduce a través de los medios y de las instituciones usando como herramienta la mera costumbre, el establecimiento de roles de acuerdo al género, hace que los paradigmas en torno al tema se solventen por sí mismos y crean barreras a la hora de buscar equidad.

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La Organización de las Naciones Unidas concibe la violencia de género como un grave atentado a los derechos humanos y la define como: “todo acto basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada”.

La emancipación femenina es una cuestión reciente hablando en tiempo histórico, el divorcio en igualdad de condiciones y el derecho a votar son los primeros vestigios de ello. La abnegación, el sacrificio y la sumisión fueron dejando de ser los rasgos distintivos pero a pesar de todo, los principios relativos a la igualdad, seguridad, libertad, dignidad e integridad de las mujeres son asuntos que solo se respetan en el plano teórico.

Hace menos de sesenta años desde que las primeras organizaciones feministas plantearon la violencia contra la mujer como un problema social y no como una hecho particular, posibilitando el abordaje del tema desde una perspectiva más realista; esto impulsó ciertos acontecimientos que generaron una serie de medidas legislativas y modificaciones en los códigos penales que han tenido lugar desde entonces en diferentes países.

Sin embargo, todas estas medidas no bastan, ya que se siguen registrando casos brutales de violencia y discriminación.

Para obtener más y mejores resultados es imprescindible partir del planteo individual de los valores, formar estructuras solidas sobre las que sea posible construir los cimientos de una sociedad equitativa y tolerante.