El Perú está viviendo un momento político convulsionado, una crisis en el sistema de justicia que ha develado la podredumbre y corrupción de quienes nos representan en el Congreso y de quienes nos deberían defender en los juzgados. En ese contexto, las mujeres y poblaciones vulnerables somos las grandes afectadas con la corrupción, la injusticia y la impunidad. Por ello, el movimiento de mujeres se ha manifestado con fuerza articulando en una asamblea abierta que reúne a diversas colectivas, organizaciones feministas, mujeres sindicalizadas e independientes. Algunas de estas organizaciones se autodenominan colectivas feministas barriales, las cuales hacen trabajo de base desde las zonas periféricas de la ciudad de Lima.

En el cono norte, la compañera Omayra Chauca, psicóloga clínica de la Universidad Nacional Federico Villarreal con trayectoria en trabajo comunitario, ha trabajado en temas de violencia de género desde un enfoque social y político en prevención en niñas, niños y mujeres, con una visión intercultural y feminista. Las mujeres organizadas de barrios son aquellas que no viven su militancia fuera de sus zonas puesto que no poseen la libertad ni el privilegio que viven -vivimos- las demás. Para hacerles perder el miedo a la palabra ‘feminismo’ y empoderarlas para dejar de normalizar las situaciones de violencia, el feminismo barrial se ha ido asomando y una de sus principales actoras es una mujer que las conoce y acompaña desde hace varios años.
En el 2014, Omayra junto a compañeras psicólogas feministas tuvieron la iniciativa de hablar sobre feminismo en un espacio de mujeres organizadas dentro del distrito de Comas, uno de los más poblados y ubicado en el Cono Norte de Lima. Fueron recibidas amablemente por las madres de familia que levantaban con mucho esfuerzo el Comedor Popular “La Balanza”, sin embargo, las señoras fueron muy reacias a tratar este tema. Sin perder el entusiasmo, las compañeras les ofrecieron un momento de diálogo que a la par incluía el trabajo en un pequeño biohuerto, la elaboración colectiva de arpilleras (tejido grueso de yute que puede ser decorado con lana) y actividades relacionadas al cuidado personal.

De esta manera, introducían diversos temas de conversación después de una actividad manual que les brindara la confianza para intercambiar puntos de vista, vivencias y también problemáticas. Con el tiempo, las compañeras de Omayra tomaron otros rumbos y ella decidió permanecer generando este espacio de dialogo que brindaba a las 15 señoras del comedor un momento para relajarse, para compartir y para recibir un acompañamiento profesional de manera colectiva. Durante 4 años Omayra colocó la base de un feminismo popular hasta que por trabajo tuvo que despedirse de las madres de La Balanza.
Este año en el “Primer Foro Mujeres y Barrio” levantado por las colectivas feministas ‘Mujeres de Arena`, ´Awqa´, ´Las Catalinas` y `Tamboras Resistencia, Omayra conoció a la dirigenta Luz Figueroa del Asentamiento San Benito, Carabayllo, el distrito más extenso de Lima ubicado también en el Cono Norte. Desde ese momento, abrieron un espacio para las madres de dicho asentamiento, en donde les ofrece el aprendizaje de manualidades que les permita generarse ingresos propios mientras aprovecha para tratar temas de corporalidad, sexualidad, violencia, etc.
En este tiempo de trabajo y experiencia con mujeres de zonas barriales ¿has podido encontrar un promedio o estadística del nivel de violencia que ellas viven en su vida cotidiana?
En los barrios todas las mujeres han sufrido diversas violencias. Muchas de ellas decidieron ser madres para poder salir de sus propias casas. La opción de la maternidad ha sido una opción para escapar de la violencia. Muchas de ellas también han migrado desde provincia. Hay una señora que tiene una historia muy triste, ella era trabajadora del hogar y sufrió violencia sexual en el lugar donde trabajaba. A mí me sirve mucho el trabajo del cuerpo, de las emociones, porque a algunas les da miedo escribir, no es algo que les guste o que pueda servirles para expresarse. Muchas veces hablar de algo positivo les hace recordar algo negativo y se desbordan. Hay mujeres que comienzan a hablar y se desbordan porque están muy tensas.
Y eso ocasiona que estén propensas a sentirse tristes o enojadas…
Muchas mujeres se enamoran, salen de sus casas y tienen hijos. Entonces un niño pequeño que está creciendo, bota algo o rompe algo y la madre que tiene 18, 20, 25 años está frustrada porque tiene que cocinar, limpiar y no cuenta con la participación del padre más allá del aporte económico. La violencia hacia el niño es la manera de desfogue de la frustración y es algo que pasa mucho en los barrios. Además, varias tienen 2, 3 ó 4 hijos porque el esposo no les permite usar métodos anticonceptivos y los niños no tienen espacios para jugar porque estamos en un cerro donde no hay áreas verdes entonces juegan en casa, rompen algo y lamentablemente termina habiendo violencia contra el niño. Ahí vemos el proceso de la violencia estructural de la pobreza, de las diversas violencias, de la discriminación más sus propias inseguridades por su físico, porque no estudiaron, etc. Existe mucha culpa entre ellas, un conflicto muy fuerte que termina siendo depresión, violencia contra los niños, en las mujeres mayores se estanca en la inseguridad sobre todo en la desvaloración de sus cuerpos.
¿Cómo abordas el trabajo con ellas?
Yo lo que hago es empezar a explicarles que ellas no son culpables, que sus violencias son las mismas que las demás tienen, que en este caso tienen que unirse más. Hay mucha discordia y se vuelven medidoras del sistema social, también son permisivas con las formas en cómo los hombres se comportan. Son muchas estructuras. A mí me gusta que tengan la capacidad de tener tiempo libre para comenzar a cuestionarlo, soltar esas culpas y replantearse que esa cuestión no sanada -o no reconocida- no se vuelva a replicar en las hijas o las nietas. Además, es importante que se puedan organizar ya que son vecinas para poder reanimar el tejido social que tenían los comedores populares y que se ha perdido.
¿Y cómo se encuentra su autoestima?
Es tan fuerte la violencia en los cuerpos que las desarticula totalmente. Ellas mismas dicen que no tienen espejo porque no necesitan verse. Se arreglan solo cuando tienen algún evento cada dos o tres meses para algún cumpleaños. Hay mucho por hacer y me gustaría poder hacer más pero también las animo a reunirse si yo no estoy para que se vayan vinculando. Ellas también me enseñan, yo también me abro con ellas y les comparto. Cuando a mí me secuestraron les conté y me contuvieron. Eso pasa en los barrios porque hay tanta violencia que terminas encapsulándote entonces ya no te cuidas, te encierras y punto.

¿Qué pasa con las mujeres que deciden abandonar a una pareja violenta?
Si sabes que vas a romper una lógica de violencia que viene de años, si no tienes un apoyo emocional propio, una autonomía, una valentía o al menos un círculo de amigas, es muy difícil que te mantengas firme. Eso pasa mucho con las mujeres: vuelven a los hogares donde han sufrido violencia porque no hay una red de apoyo. El estado está ahí, puedes denunciar pero nada más. Se da el caso de mujeres que vuelven con sus parejas violentas porque solas no pueden.
Es tan fuerte este tema de la salud mental y la subjetividad que nos han construido y nos dicen que “solas no podemos”. Pero no es que estamos solas sino que no hay un tejido social. Aquí no hay espacios para las mujeres ni para las niñas, por eso es que yo me meto a la salud mental en los barrios porque como no hay espacios no se habla de lo que pasa. Antes había esa conciencia de hacer que los niños salgan a jugar y las madres hablaban entre ellas pero eso se ha perdido con el celular porque todas están en sus redes sociales.
¿Qué podemos hacer las compañeras que no estamos en los barrios?
Lo que me gusta es que cada compañera tenga su tema específico porque así no estamos en un mismo lugar sino en todos los lugares. A mí me gusta que las compañeras hablen de lo que sucede aquí en Perú, compartir las experiencias, las compañeras de asociaciones culturales, la organización de cine hecho por mujeres, los círculos de niñas como las Sulans, etc. para que se repliquen en otros espacios. A mí me encanta cuando encuentro compañeras que quieren venir a ver lo que hacemos y les digo que vengan para que lo vean y lo repliquen en otro lugar porque la idea es que se haga un acompañamiento. Necesitamos aprender para acompañar a otras personas. Yo creo que falta: la articulación. No articulamos y no nos reconocemos.
Hay feministas que dicen “cuál es el feminismo blanco” y “quién es más o menos feminista”. Eso es lo que siento que le falta al movimiento feminista: salir de su zona de confort y articular.