Han pasados dos semanas del despertar consciente y generalizado liderado por un colectivo que lleva años pidiendo una nueva realidad que amerita ser conversada en todos los espacios, en todos los sectores, en casa, en los colegios, en las universidades y en el trabajo. Lastimosamente, en la mente de muchos, la problemática sobre la violencia e inequidad de género se vio desvirtuada por el ataque machista de un extranjero, trayendo a la misma discusión, un tema ajeno como lo es la crisis humanitaria que viven nuestros hermanos venezolanos.

Pero antes de profundizar en los eventos que sacaron a flote uno de las discriminaciones más viles que pueden desarrollarse en tiempos de crisis -como la xenofobia- vale la pena contar el detonante que generó esta crítica situación para los venezolanos en el Ecuador. En un duro comunicado, el presidente de la república Lenin Moreno, se dirige a una nación aún desconcertada que no sabía cómo actuar. Sólo se generaron más interrogantes, cuestionamientos y reacciones ¿cuál es el verdadero problema? ¿Quién es el culpable? ¿Qué hacer ante el machismo y la xenofobia?

Dos casos de violencia de género en una sola semana desencadenaron la reacción pública, que en contados casos llegó a tener una reacción violenta y xenofóbica.

El día 13 de enero, Martha (nombre protegido) asistió a un restaurante de Quito, específicamente a una reunión social con amigos, sin imaginarse de cómo cambiaría su vida. Martha tomó una bebida y de inmediato perdió el conocimiento. Drogada e indefensa, tres hombres, dos de ellos sus amigos, la violaron gravemente al punto en que el delito también se perpetró con palos de billar, botellas y un vaso de cristal. Martha se despierta ensangrentada, con múltiples desgarres, sólo reconociendo la triste realidad: se convertiría en una más de las frías estadísticas como víctima del atroz delito contra la integridad femenina. Los hombres fueron detenidos con la ayuda de uno de los administradores del local quien la encontró en la escena, uno de ellos guardaba en su bolsillo el interior de Martha; además, el ataque físico y sexual habría sido grabado en un celular, dando paso a cumplir con la instrucción fiscal. Con ello aparece el hashtag que se viralizó en redes sociales #TodasSomosMartha, mostrando solidaridad a la víctima y el rechazo total a la idea de tolerar, que sin motivo alguno, la mujer puede ser víctima de actos machistas, que incluyan violencia física, psicológica o sexual.

Más tarde, el viernes 19 de enero, el país se conmocionó nuevamente por el asesinato de Diana. El hecho sucedió en Ibarra, a la luz pública y con la Policía Nacional presente. El conviviente de Diana, de nacionalidad venezolana y con antecedentes penales de gravedad, la mantuvo rehén amenazándola con un cuchillo frente a una fuerza policíaca con nula capacidad de respuesta. Durante 90 minutos, el ahora detenido, amenazó con asesinarla y finalmente lo hizo (el acto quedó grabado por los presentes que pedían asesinarlo); el mal ya estaba hecho: una joven de 22 años en estado de gestación falleció. La multitud trató de hacer justicia por su cuenta y la policía lanzó gas lacrimógeno para calmar a las personas enardecidas por tan sangriento desenlace. Por la gravedad de la situación y el acceso al material, muchas personas reaccionaron fuertemente por las redes sociales exigiendo a la policía el uso de la fuerza letal en los casos en los que fuera necesario. Consecuencias: se cambió a la Gobernadora de Imbabura y al Jefe de Policía, María Paula Romo – Ministra del Interior aceptó que se cometió un error por falta de acción y la ciudadanía se auto convocó a marchar el lunes 21 de enero contra la violencia sistemática de género en donde la seguridad de la mujer ecuatoriana corre riesgo por un deficiente proceso de investigación, sanción e injusta revictimización, que genera los resultados más insatisfactorios.

¿Acaso este es un tema político o existe un verdadero interés humano por asegurar la prevención, asistencia y remediación de las víctimas de violencia de género? Lo cierto es que estamos buscando culpables de un problema que no es de hace una semana ni que se atribuye a la nacionalidad del criminal, esta es una problemática que lleva décadas de desarrollo (en la mayoría de las variables) y que exige ser erradicada. Tan sólo veamos las cifras nacionales para comprender su magnitud y gravedad:

  • 1 mujer es asesinada cada 3 días en suelo ecuatoriano
  • 66% de estos crímenes son pasionales, es decir que se producen por la pareja o ex pareja de la víctima
  • Se conoce que cada día se dan 11 agresiones sexuales en el país (considerando niños y adultos, dentro de los cuales no todos son reportados)
  • 88 femicidios se registraron en el 2018
  • Tan sólo en el mes de enero de 2019 de registran 7 femicidios

Vivimos en una violencia sistemática basada en la discriminación, el silencio y la invisibilización, sin reconocer que esto nos convierte en uno de los países más peligrosos para turistas mujeres, según informa Forbes. Este “reconocimiento” se obtuvo por medio del sitio Trip del Reino Unido a finales del 2018 indicando que vale la pena tener la respectiva precaución si “la mujer viaja sola”; los demás países en la lista son Egipto, Marruecos, Jamaica, India, Perú, Bahamas, Colombia, Turquía y Guatemala.

No caben dudas que la violencia de género es una problemática atendida con un incorrecto accionar por parte del Estado; hemos llegado a un punto en el que la seguridad, la justicia, la política ni la educación pueden controlar los brotes de violencia que vivimos, sean estos fomentados por el odio de género o de nacionalidad. Esto no es sólo de interés para las mujeres, el país necesita cambiar ahora, los patrones culturales de división o de superioridad del género masculino sobre el femenino no pueden seguir formando parte de los ambientes sociales. A pesar de que en febrero del 2018 se aprobó la Ley de Erradicación de Violencia contra la Mujer, la falta de institucionalización mantienen a la ley como un paradigma a alcanzar, sin un accionar de corresponsabilidad transversal entre los distintos actores que influyen en las políticas públicas que afectan al 60% de las mujeres ecuatorianas -a una gran mayoría víctima de los actos de violencia de género- no podremos ver un cambio real.

Bajo ninguna circunstancia se puede asumir que la crisis humanitaria de migración de una sola nacionalidad es capaz de detonar los casos de homicidios o asaltos: ninguna estadística ha demostrado que a mayor presencia de migrantes en el territorio nacional, hay mayor crimen. Al menos en Ibarra, ciudad donde ocurrió el femicidio y donde hay una presencia de venezolanos del 2%, la cantidad de delitos es proporcional a los delitos que se cometen en otras ciudades de igual magnitud. Ciertamente el flujo de migrantes en tránsito debe ser controlado pero también hay que ser humanos y justos: respetando la ley de movilidad urbana y atendiendo a esta problemática por separado a la violencia de género, garantizando un ágil paso por el país, tratándolo como una crisis en Ibarra, realizando los pactos necesarios de alcance y destinando un presupuesto realista para política pública (transporte, acogida, protección de mujeres, enfermos, adultos mayores y niños migrantes).

La voz de cada ciudadano cuenta, juntos debemos exigir un accionar mínimo para asegurar el respeto de los derechos humanos de cada uno de los habitantes permanentes o en tránsito en suelo ecuatoriano: sin diferenciar género, edad, raza o nacionalidad. Si el accionar de nuestros líderes no es el mejor, la educación en casa y/o en las instituciones de educación deben basarse en una tolerancia cero contra cualquier tipo de violencia. Lo que sucedió el pasado lunes 21 de enero, esa llama que se encendió en 11 ciudades del país y que se manifestó en las calles, en las redes y en las conversaciones con amigos, colegas y familiares, son el inicio del cambio: los ecuatorianos se han manifestado y han reconocido que aquí hay un problema grave que requiere de la participación activa de todos. ¡No más violencia! ¡No toleraremos vivir en un país caótico como consecuencia de la mala gobernanza, las condenas suaves, los discursos engañosos, la atención mediática y luego olvidada, la doble moral y la educación descuidada!

Ayer “todas fuimos Martha” hoy sabemos que no sólo somos Martha, todos somos Diana, Laura, Angélica, Silvia, Rosi y más mujeres con identidades protegidas, y todos somos nuestros hermanos venezolanos que se vieron atacados sin merecerlo.

Somos hermanos y como personas de bien, nos defenderemos sin descanso de quienes quieren quitarnos nuestra tranquilidad y libertad. #NoALaViolenciaDeGénero #NoALaXenofobia #NoMasAbuso