Esta son solo dos de las 6 historias que relata este interesante reportaje de la ONG Cepaz. Recomendamos leerlo completo aquí.
MARÍA
María de 51 años, doctora graduada en la universidad del Zulia, recibió en 2019 un kit de ayuda humanitaria en frontera. Ella es parte de lo que llaman migración pendulante, esa de la que forman parte miles de venezolanos y venezolanas al día en la frontera colombo-venezolana.
María es madre de dos adolescentes. Su salario como doctora en uno de los hospitales más importantes en Maracaibo no le daba ni para comprar toallas sanitarias, por lo que le tocó renunciar luego de 18 años de servicio. Ahora, ella viaja a Colombia para laborar como trabajadora sexual. Así logra cada día ganar el dinero para mantener a su familia en Maracaibo, sobreviviendo a la crisis económica. Al recibir el kit humanitario María nos contó desde su experiencia como doctora lo necesario que era el kit con estos productos de higiene para las mujeres.
María se emocionó cuando ubicó en el kit unos condones. Quien los entregaba asumió que eran para su protección. Sin embargo, ella aclara que iban a ser útiles para poder esconder su dinero dentro de ella cuando regrese a Venezuela: “ya que siempre la guardia o los hombres que controlan la frontera nos detienen en las trochas para quitarnos lo que producimos”. María vive cada dos meses entre el acá y el allá, sobrevive con lo que gana, tiene su esposo que la apoya en esta situación en la que ella misma declara estar para poder sobrevivir. Sus dos hijas le han planteado acompañarla para hacerle menos dura la carga, ella insiste en que ellas deben seguir estudiando en Venezuela.
CRISTINA
Cristina trabajaba como pequeña comerciante en Venezuela junto a su esposo. Decidieron migrar a Perú ya que las condiciones del país cada día los arropaban más. Llegar al Perú no fue sencillo, se vinieron por tierra, poco a poco, por el dinero que implicaba llegar toda la familia junta.

Pudieron llegar y comenzar a incorporarse a la vida en Lima. Tenían que regularizar su condición migratoria para acceder al mercado laboral con más facilidad. La primera decisión tomada en la familia fue que solo el esposo lo hiciese. El costo de la documentación del Permiso Temporal de Permanencia (PTP) no pasaba de 50 dólares, pero la familia solo tenía para uno. Entre ambos pensaron que más oportunidad tendría el padre. Meses después se cerró la ventana de posibilidad de regularizar la condición migratoria a través del PTP. En ese momento Cristina y sus dos hijos pasaron a estar en condición irregular en el país, es decir, a estar en la sombra, a estar limitados de acceder a los sistemas formales de salud, trabajo y educación.
Desde su llegada, ella ha podido tener más posibilidades de ingreso y trabajo. Se han abierto más espacios en la economía del cuidado. Es decir cuidando a personas niños y ancianos, y también como ambulante. A su esposo le ha costado mucho más insertarse al mercado laboral. Una consecuencia de que ella esté trabajando en negro es ser subpagada y además en algunos casos hasta no recibir la paga, con la amenaza de que la van a denunciar por no tener papeles.
Revisemos cómo el sistema patriarcal funcionó en este caso. El rol de los hombres es de “ser proveedores” y “las mujeres normalmente al cuidado”, esa es la mirada que tiene la sociedad. Es por ello que se prioriza la incorporación del hombre al sistema formal, además, luego no se da la importancia a que las mujeres y los niños tengan un estatus legal formal; dejándolos vulnerables y fuera del sistema. Cristina no puede salir del país, pero dentro del mismo es como que no existiera. Ella lleva en sus hombros la responsabilidad del cuidado, pero además, la generación del dinero.
Juan ha tratado de luchar contra el sistema donde justamente la incorporación de las mujeres puede ser más sencilla. Porque en la economía del cuidado la explotación de ellas impera. Él no lo sabe, ha luchado por llevar la comida a la casa, pero ha sido más lento y difícil.
Juan está en el camino de la depresión, cada día salir se le hace más difícil, se frustra. Cristina le ha pedido que busque apoyo psicológico, sin embargo, para Juan “los hombres” no se deprimen. Para Juan ha sido muy difícil abandonar lo que fue en Venezuela, sentir que “ya no es”, verse como que perdió su capacidad de ser el “hombre de la casa”, su estatus y su rol los siente perdidos.
Cristina todos los días tiene que sostener en sus hombros las responsabilidad de su familia, el ser el sostén económico y emocional. Lucha por que su hijos y su esposo estén bien. Ahora es una venezolana en condición irregular y sus hijos también. Continuamente se pregunta cómo integrarse al país de forma regular, cómo apoyar a su esposo y como darle mejor vida a sus hijos.
Esta son solo dos de las 6 historias con visión de género que relata este interesante reportaje de la ONG Cepaz, escrito por: Beatriz Borges, Fabiola Romero, María Corina Muskus. Recomendamos leerlo completo aquí.