Soy mujer, tengo casi treinta años y hace más o menos la mitad de mi vida que menstrúo, y si bien pareciera haber cada vez más apertura a hablar sobre el tema queda aún mucho por avanzar.

Es probable que a muchas de mi generación les resulte familiar el recuerdo de encontrarse en el colegio sacando una toallita o tampón a hurtadillas, para asistir a alguna amiga y entregarlo casi como si se estuviera cometiendo un crimen gravísimo.

Hay tantos eufemismos o términos negativos utilizados para hablar de menstruación seguro se les ocurran decenas, y es por eso que es tan importante deshacernos de todos los prejuicios existentes.

La menstruación es un tema tabú, aún hoy, a las niñas no se les suele explicar el proceso como algo propio y natural, en muchos lugares de hecho dicen que cuando una adolescente está menstruando “está enferma”, la publicidad habla de esta etapa de nuestro ciclo como “esos días”, porque para nosotras “estar ováricas” es ser culpables de tener útero, y el síndrome pre-menstrual es una especie de castigo que debemos pagar cada mes, y así se yergue hasta hoy en día un velo que intenta cubrir y silenciar eso que muchos consideran sucio, pecaminoso y desagradable.

La falta de información sobre cuestiones fisiológicas y anatómicas hace que entender esta fase del ciclo sea algo muy complicado y muchas personas no consigan lidiar los cambios de humor, y mal estar que están estrechamente ligados a la menstruación.

Alrededor del mundo hay muchísimas personas que menstrúan, que se ausentan de su ámbito escolar, por no contar con la información o los recursos adecuados (infraestructura que facilite la higiene, insumos, analgésicos) que les permitan sentirse cómodas y seguras con su regla.

En muchas escuelas es motivo de acoso, discriminación y burla, que no son mas que formas de violencia que conducen muchas veces a la deserción escolar, y pueden afectar la salud mental de quienes la sufren.

La educación sexual integral resulta polémica incluso en países muy liberales, porque implica mucha responsabilidad, laicidad, y compromiso, hablar de temas como el inicio de la vida sexual, los anticonceptivos, el placer y otras cuestiones que están intrínsecamente ligadas a la menstruación puede ser para muchos un asunto escabroso. No obstante, no podemos perder de vista que evadirlos tiene un impacto negativo en la formación y por ende en la vida de muchas personas.

Las personas en situación de calle, quienes están privadas de libertad o pertenecen a otros sectores vulnerables sufren muchas dificultades para acceder a artículos de gestión menstrual, lo que implica aun mas dificultades para tener una vida digna. Es entonces cuando hablar de menstruación se vuelve un tema de derechos humanos, ya que la gestión menstrual involucra aspectos educativos, ambientales, económicos, sociales y de salud.

Económicamente menstruar implica un gasto que gran parte de las personas que menstrúan no pueden costear, hay muchos países donde los productos de higiene básica, pese a ser esenciales, están gravados con impuestos muy elevados, lo que aumenta la desigualdad, y no, no estoy diciendo que toallitas, copas o tampones gratis vayan a resolver un problema que tiene siglos y siglos de historia, sino que los gobiernos deberían comprometerse cada vez mas con las políticas de higiene menstrual para que la sociedad mejore en su conjunto, y se quite el estigma que sufren tantas personas alrededor del mundo.