«Para presumir hay que sufrir» refrán tradicional

El azul es de varón y el rosa es de nena, es quizás uno de los estereotipos más reiterados, y más fuertemente arraigados en la memoria colectiva; las empresas han aprovechado esta diferenciación, apropiándose de la reproducción de estos modelos para obtener gracias a ellos un rédito económico muy grande.

Impuesto rosa

Teniendo en cuenta la brecha histórica que divide económicamente a hombres y mujeres, el impuesto rosa no hace más que inclinar la balanza en detrimento de las mujeres, quienes generalmente ganan menos, pero deben pagar más por muchos de los artículos que deseen consumir.

Es otra forma de violencia, económica en este caso, que repercute de manera negativa en las mujeres / niñas ya que determinados productos o servicios, por tener cierto color o características concretas en su descripción son mas costosos que un producto idéntico, pero “para hombre o niño”, que, en este escenario, lo encontraríamos en color azul, sin glitter, ni flores, ni decorines cursis, o incluso que el mismo artículo neutro.

Las diferencias más notorias se encuentran en productos de cuidado personal, donde artículos que lucen exactamente igual son más costosos en color rosa / lila que, en color azul, un claro ejemplo son los rastrillos de afeitar, jabones y acondicionadores capilares, entre otros. Aunque existen también desigualdades en vestimenta, servicios financieros y algunos alimentos. Sumando a esto que los artículos de higiene menstrual (considerados de necesidad básica) están aún gravados con impuestos en muchos países.

El concepto de discriminación económica está estrechamente ligado a este tax, ya que mientras exista este tipo de violencia cotidiana, terminar con las prácticas machistas será cada vez más difícil, dado que se priorizan intereses corporativos por encima de los derechos de las mujeres.

Continuar perpetuando estos estereotipos no se corresponde en lo absoluto con una sociedad que se dice cada vez más incluyente y respetuosa.

El poder de la belleza

Existe una presión muy grande en torno a la idea popular de belleza femenina, hay ciertos estándares a los que la mujer debe adaptarse para ser aceptada y valorada como tal, para ello debe sacrificar tiempo, salud -física y mental-, comodidad y dinero.

Algunos de estos “estándares” incluyen: maquillaje, skincare, tratamientos antiedad, peluquería, depilación, tratamientos corporales, dietas y muchas veces cirugías, y sí, muchos hombres también invierten en estas cosas, por supuesto, pero el ojo de la sociedad no esta encima de ellos si deciden no hacerlo, sin embargo, muchísimas mujeres son juzgadas antes por su aspecto físico que por cualquier otra cosa.

La “belleza” es un imperativo para las mujeres, no para los hombres (para quienes el imperativo es, en todo caso, rechazar a las mujeres que no posean esa belleza), hay aquí un mercado muy amplio donde las empresas pueden ofrecer productos con la promesa de otorgar esa deseada belleza, para tener el cabello sedoso, con el color más favorecedor, la piel suave, el cutis perfecto, pestañas angelicales, el peso ideal, el bronceado deseado, en resumen, la fuente de la eterna hermosura.

La mujer pasa así a convertirse en un objeto, ya que no tiene el poder de decidir sobre su propia apariencia, sino que debe verse en función de la mirada del hombre. Es entonces que la belleza se transforma en un sistema monetario mediante el cual se valora a la mujer.

El ataque psicológico es la principal estrategia de las empresas, que a través de los medios refuerzan una idea de belleza, que termina colándose muy internamente en gran parte de las mujeres, quienes acaban sintiéndose frustradas, insatisfechas e infelices con su aspecto físico.

Hace algunas décadas las mujeres, madres, esposas, amas de casa abnegadas, compraban artículos para el hogar y el cuidado de los hijos, y si bien hemos ido liberándonos de ese modelo de mujer, el actual hace que invirtamos, hasta lo que no tenemos, para vernos de cierta forma, como si ello definiera realmente nuestro éxito.

Aunque se hable muchísimo de feminismo, aunque se visualicen cada vez mas las violencias que nos oprimen, el patriarcado esta fuertemente presente en aspectos estructurales de la sociedad, que cambiaremos únicamente siendo cada vez más conscientes de ellos, y dando visibilidad a esas injusticias.