Todo lo que está pasando a raíz del movimiento #YoTeCreoVzla me ha llevado a revivir situaciones de acoso y violencia sexual que viví.
En los últimos días se abrió el diálogo entre mis amigas acerca de estos temas, y se me ha roto el corazón escuchando sus experiencias y observando cómo habíamos normalizado esas situaciones porque no sabíamos que eso que nos pasó hace muchos años fue violencia sexual.
Siento que muchxs en este momento estamos en un fuerte momento de reflexión. Estamos reviviendo situaciones que nos dolieron, aunque en el momento no supimos por qué dolían.
Estamos evaluando si cometimos acciones violentas en contra de alguien más, estamos cuestionándonos. No sé si todos, pero siento que varixs.
Intento entender. Intento hacer sentido. ¿Cómo es que casi todas las personas con las que he hablado en estos días han sufrido algún tipo de abuso, acoso, violencia sexual? Y no somos solo las mujeres de mi generación las que hemos sufrido abusos. Los hombres de mi generación también han sido violentados. Algo tenemos en común, la mayoría fuimos víctimas de hombres que tenían más poder, ya sea por estatus, edad, cargo, o simplemente por ser más fuertes.
La mayoría de los casos pasaron en nuestra niñez y adolescencia, y siento que esto los hacen aún más dolorosos. Observo esta situación y me doy cuenta de que en mi generación, una generación marcada por una migración forzada, el tiempo en el que estuvimos en Venezuela fue durante nuestra niñez y adolescencia, porque nos fuimos del país en nuestros 20s. Al tener que adaptarnos a otras culturas para poder sobrevivir, inevitablemente nos empapamos de la diversidad de pensamiento que no es la norma en la sociedad venezolana.
Cuando la diversidad explota la burbuja de las creencias sociales, se abren nuevas perspectivas. Y siento que esto es parte de lo que hoy nos pasa. Muchxs nos fuimos y nos educamos en el tiempo que tenemos lejos de nuestros núcleos familiares y sociales. Muchxs hemos aprendido sobre el feminismo y hemos logrado entender qué es la violencia sexual, el acoso, la violencia de género, el racismo, la misoginia, el clasismo, entre otras cosas. Con dolor, hemos sido obligadxs a aceptar que la sociedad en la que crecimos tiene todas las características de estar podrida, porque todo eso que estamos entendiendo que está mal lo habíamos normalizado. Nuestras familias, nuestros amigxs, nuestros profesores, nuestros políticos… Todxs nos enseñaron a normalizar todo esto que hoy vemos con horror.
Crecimos en un ambiente que estaba lleno de politiquería y crisis económica, siendo estos los eje centrales de nuestra vida (y no es para menos porque vivimos una dictadura), y por eso hablar sobre feminismo, equidad, inclusión, racismo, violencia sexual, entre otras cosas que debimos haber hablado antes, no había sido la prioridad.
No creo que haya forma de justificar el dolor de todas las personas que hemos sido víctimas de abuso. Nada te devuelve esa parte de ti que murió con ese acto que te violentó y te marcó para siempre. NADA. Y todas estas palabras que comparto nacen desde una humilde y dolorosa duda que tengo: ¿qué pasó con nuestra sociedad que nos trajo hasta aquí?
Quisiera entender lo que está pasando no para encontrar justicia, porque siento que no hay forma humana de que haya justicia ante este tipo de acciones que duelen tanto, sino para poder atravesar esta sombra que acabamos de iluminar y que nos está poniendo a nuestros demonios en la cara de tal manera que mirar para otro lado no es posible.
Seguiré reflexionando al respecto sin ganas de buscar individuos culpables, sino para seguir viendo a la cara a esta violencia sistémica que nos está matando a todxs.
Tenemos roto el corazón y cuando el duelo pase habrá que sanarlo, porque nos merecemos una sociedad mejor.