A lo largo de la historia, cientos de oficios y profesiones han sido exclusivamente reservadas para los hombres. Poco a poco, gracias a las luchas de movimientos feministas, las mujeres han abierto caminos y acceso a espacios de los que antes eran relegadas simplemente por ser mujeres. Y aún hay mucho por conquistar.

Por ello, aún ahora en pleno Siglo XXI, hay mujeres que a diario escriben la historia convirtiéndose en las primeras en alcanzar ciertas dignidades que antes eran solamente posibles para hombres.

Las ramas militares y policiales son ejemplo de algunos de los campos en los que aún queda mucho por hacer para garantizar la equidad de género en la región y el mundo. En varios aspectos.

  • Uno de ellos debido a las limitaciones en cuanto al acceso a la profesionalización en estas entidades, pues muchos de los procesos de reclutamiento brindan mayor cantidad de cupos para hombres que para mujeres.
  • Otro, relacionado a la escaza accesibilidad a mujeres a cargos jerárquicos dentro de estas instituciones, caracterizadas por su verticalidad y su predominancia masculinizada.
  • Otra, respecto a que -al igual que en otras áreas laborales- deberán compartir su tiempo profesional con el ejercicio de tareas socialmente asignadas como la maternidad y los asuntos de cuidado del hogar.
  • Y otra, relacionada al estigma, la discriminación y la violencia de la que serán víctimas a lo largo de su carrera por el hecho de ser mujeres en medio de un escenario laboral, usualmente, dominado por hombres.

En palabras sencillas: si Mariana quiere ser policía o militar, primero deberá romper la barrera de lograr ingresar a las escuelas de formación que ofertan menos cupos a mujeres que a hombres. Si lo logra, luego deberá resistir durante su carrera hechos de discriminación: las bromas, los chistes y la agresión de sus compañeros y de la sociedad, ese será su siguiente reto. Luego, si llega a pasar por todo el proceso de formación con éxito y alcanza su permanencia, deberá compartir su vida militar o policial (que normalmente es a tiempo completo) con cuidar de sus hijos y de los quehaceres domésticos que socialmente le han sido otorgadas a su responsabilidad, lo que la pone en desventaja. Y aún si logra lidiar con todo esto, la posibilidad de acceder a un cargo de alto rango significará contar con condiciones de equidad que en muy pocas ocasiones ocurren.

Por ello, aquellas que logran superar todos estos obstáculos marcan un antes y un después en la historia y deben ser reconocidas como tal.

Haciendo historia, abriendo caminos…

Hace pocos días, Julieth Paola Pushaina Epiayú se convirtió en la primera mujer indígena suboficial en las filas del Ejército de Colombia. La cabo tercero de 26 años proviene del resguardo indígena Zahíno, en sur de La Guajira y es miembro del pueblo wayuu. Su uniforme se adaptó para respetar su vestimenta originaria y se convirtió en una manta guajira camuflada.

En Ecuador, hace pocas semanas la General Inspector Tannya Varela Coronel fue designada como Comandante General de la Policía Nacional, la primera mujer en el país y en Latinoamérica en ocupar este rango que significa la más alta autoridad policial. Este cargo no es el único que ha ejercido abriendo camino para otras mujeres del país, pues en 2020 ya hizo historia al ser la primera mujer en convertirse en Jefe de Estado Mayor de la Policía y años atrás fue la primera en asumir la Comandancia de la zona 8 (Guayaquil, Samborondón y Durán). Su trayectoria profesional es intachable y llena de méritos y reconocimientos, se destaca que, además, junto a otros compañeros creó el Departamento de Violencia Intrafamiliar.

Y, hace un par de años, Jazmín Pérez y María Cueva se graduaron como las primeras piloto de combate en Ecuador, luego de más de 300 horas de preparación y entrenamiento.

Estas son apenas algunas de las historias de vida de mujeres que dentro del ámbito policial y militar han hecho historia. Si bien es importante reconocer que algunas veces estas entidades, por su tradición masculinizada y, en ocasiones, su diplomacia violenta se fundan sobre principios de opresión hacia la mujer; la mejor forma de cambiar esta realidad es mediante la voluntad política para implementar mecanismos de equidad de género y el respaldo a las mujeres dispuestas a continuar con una lucha que, aún hoy, es difícil.