El auge de la conectividad online nos ha permitido que vídeos y fotografías sean compartidos fácilmente con millones de personas, generando una comunicación rápida y cercana. Pero hay otra cara de la moneda, que es menos amigable y ha conllevado consecuencias graves y negativas a muchas mujeres: el revenge porn.
La noticia sobre la decisión de un juez de California de sentenciar a seis meses de prisión a un exatleta de Stanford que abusó sexualmente de una joven inconsciente me causó una gran tristeza, sobre todo porque no es el primer caso en que el victimario queda impune de sus actos.
Muchas veces la idea convencional de la moda, y toda la comunicación publicitaria que la envuelve, puede sentirse sofocante e impositiva. Cotidianamente vemos campañas que se suman al espectro de ideas sexistas que nos rodean, esos que nos dicen cómo una mujer debe vivir, actuar, y lucir.
“Mi mamá siempre me dice que, si me acuesto con un hombre antes de casarme, nunca me tomarán en serio”. “Mi abuela me dice que aprenda a cocinar y limpiar, para que atienda bien a mi esposo, porque ese es el deber de una mujer”.